Plimpton entre lo complejo y lo real

 Plimpton entre lo complejo y lo real


En un universo infinito cualquier cosa da problemas, pero esta vez son los números quienes lo tienen.

Así comienza nuestra historia en el planeta Plimpton, un mundo mágico y maravilloso donde vivían los números reales y sus familiares, preocupados por no hallar la solución a uno de los tantos ejercicios del legendario italiano Ruffini, de tal manera que debatían las mil formas para resolverlo y como ninguna daba resultado; los enteros se cansaron de tantas pruebas y se levantaron de sus asientos diciendo:

-Es evidente que la solución no la tenemos nosotros, debemos buscar a otra clase de números para que juntos encontremos la respuesta a semejante problema matemático.

-¿Pero a quién podemos recurrir? –preguntaron con preocupación los irracionales que se oponían a dividir a todo el mundo-.

-¡Llamemos a los eruditos, me refiero a los complejos! –Respondieron los naturales, que eran muy elementales.

Estando de acuerdo todos los presentes fueron solicitados en el planeta Plimpton, los famosos por su sapiencia, los Complejos.

El tiempo junto con sus caprichosos minutos y segundos iban pasando, de pronto, llegaron en una elegante vonal el conjunto de los irracionales, quienes miraron a su alrededor esperando ser recibidos. Los reales quienes pensaban que eran los reyes de universo contaron todo lo que estaba sucediendo, la cantidad de raíces que habían pensado y su intento infructuoso.

La casta italiana se hizo presente llegando los hijos de Bombelli los imaginarios, muy cultos estudiaron dicho ejercicio en menos de cinco minutos, concluyendo que para finalizarlo era necesario su presencia, abriéndose paso entre la multitud, fueron desfilando distintos tipos de cifras quienes incluyéndose en el ejercicio pudieron terminarlo correctamente.

Asombrados los enteros que muchas ocasiones fueron negativos a buscar la solución, ahora estaban algo optimistas y positivos por la aclaratoria expuesta por los sabios complejos, al partir ellos se despidieron agregando:

-Algunos ejercicios requieren cifras más extraordinarias y de mayor rango.

En ese instante abandonaron el lugar dejando absortos al conjunto de los reales, que desde hacía muchos años tenían asperezas con los imaginarios, debido a su petulante actitud. Sin embargo, los racionales saltaban de alegría por la forma tan fácil de solventar la situación, propusieron a los demás la idea que los dos grandes conjuntos de la Matemática vivieran todos en Plimpton ayudándose mutuamente, pensamiento que no agradó a la presumida Simbología, quien molesta exclamó:

-¡Es absurdo! ¿Cómo se puede vivir con dígitos tan vanidosos? ¡Sólo a ustedes se les ocurre!

-Pero, no es la primera vez que ellos nos ayudan, debemos retribuirles el favor, seríamos un gran equipo –suplicaron los racionales.

-¡No estamos de acuerdo! –Gritaron con desenfreno el resto de los números-.

-Vendrán muchas dificultades –aseguraron preocupados los Naturales.

Tiempo después en su alta esfera los números complejos irónicamente exclamaron:

-Tan inteligentes, de sirvientes serán buenos los racionales.

-A ver con que saldrán estos rechazados, no pueden ser comparados con nosotros, pues nuestras operaciones son eficientes y rápidas.

Al escuchar tal cuestionamiento los racionales se ofendieron decidiendo volver a su grupo de donde nunca tuvieron que salir, una vez organizados las operaciones fueron fáciles, en ese momento…

-¡Victoria! ¿Por qué duermes en clase? –Llamó la atención el profesor de Matemática-.

-Disculpe profe, es que ya tengo la solución del ejercicio y la explicación al problema de los números, es algo complejo y real.

Cadbury

Cadbury 


Cada tarde en las afueras de un centro comercial, se sentaba una hermosa adolescente con dos bolsas llenas de dulces, a quien de cariño la apodaron Candy, pues se ganaba la vida vendiendo los dulces más sabrosos para ayudar a su mamá; maestra de una escuela en las afueras de la ciudad.

La jovialidad y carisma de Candy eran sus principales cualidades que atraían muchos clientes, con una sonrisa angelical, ojos color café rodeados por unas encrespadas pestañas que dejaban anonadado a todo el que la viera.

Así que gustosos compraban todos los caramelos que podían, haciendo que su negocio prosperara en tan solo unas semanas, pero las ventas se vieron afectadas con la inesperada popularidad del chocolate, que ya era deseado por todos los habitantes de ese lugar, su exquisito sabor superaba a los caramelos que ofrecía Candy, era un manjar muy costoso y ella aún no tenía el dinero suficiente para comprar la mercancía y ofrecerla a sus clientes.

Triste decidió emprender otro camino en busca de mejores oportunidades. Un día Yorvy al darse cuenta de su preocupación y para darle ánimo le regaló una barra de chocolate, sin saber que sería el principio de una gran historia. Candy la recibió sabiendo que los chocolates habían truncado su destino, la llevó a su casa, la colocó en una repisa mientras que descansaba del arduo día que había tenido. En ese momento alguien preguntó:

–¿A caso no vas a probarme?

–Extrañada dio miradas a los lados buscando de dónde provenía la voz, pero no encontraba quién podría haber sido. En un descuido sintió algo trepando por la sabana de su cama, con miedo giró y observó a la barra de chocolate que molesta se acercaba reprochándole su falta de atención. Candy aterrada gritó mientras que Cadbury angustiado le pidió que se callara. Una vez tranquila, Cadbury comenzó a presentarse:

–Soy descendiente del exquisito manantial de cacao de este país, mi nombre se debe a la empresa tan reconocida que me representa, soy muy buen amigo de Yorvy y he sido solicitado por mi distinguido e increíble sabor; además siento que debo cumplir con una misión ¿y tú quién eres?

–Soy Alexandra, pero de cariño me dicen Candy, estudio y vendo caramelos en la calle.

–Ah que bien, interesante –agregó indiferente.

–¿Y qué misión sería? –interrogó curiosa la adolescente.

–Ya veremos, mientras tanto ponme en la nevera, no pretenderás que me derrita aquí en la intemperie, ¿o sí? –cuestionó el chocolate.

–¡No, para nada!, te pondré ahí y ya mañana veré que hacer contigo. –contestó Candy.

–Yo también veré que hacer–replicó en susurros.

–¿Disculpa? ¿Dijiste algo? –Preguntó extrañada la joven.

–No señorita, no dije nada –aseguró Cadbury.

Candy tomó el chocolate y lo refrigeró, al día siguiente cuando fue a verlo se encontró con una mágica e inesperada sorpresa.

–¿Y todos estos chocolates? –demandó sorprendida Candy al ver muchísimos chocolates en su refrigerador.

–Son para vender cariño, cortesía de Cadbury.–explicó el chocolate.

–¿Tú los trajiste? –Interpeló Candy

–No, los fabriqué –contestó sarcástico Cadbury.

–Hoy debes venderlos todos, menos yo, por supuesto –continúo.

–Está bien. –aceptó indecisa.

Esa tarde, Candy se sentó otra vez donde siempre acostumbraba, exhibiendo los sabrosos chocolates Cadbury, que de inmediato llamaron la atención y rápidamente fueron comprados. Candy emocionada agradeció a Cadbury por haber conseguido tantos chocolates, él orgulloso agregó:

–Aún debo buscar más para que vendas. Una vez tengas el dinero suficiente para mantener el negocio dejaré de hacerlo. ¿Te parece?

–Sí, muchas gracias, pero ¿Cómo conseguirás el resto de los chocolates? –inquirió ella.

–¿A casó has visto que un mago revela sus secretos? –interpeló con rapidez.

– Pues…

–No digas nada, ya sabemos la respuesta –añadió interrumpiendo a Candy.

Tiempo después Cadbury notó que Candy no había comido ni un solo chocolate de tantos que él le había conseguido, así que un día curioso indagó:

–Candy, ¿has probado el chocolate?

–No, ¿por qué? –preguntó.

–¿Cómo es posible que una chica como tú, con ese apodo, no ha probado los chocolates? –exclamó molesto.

–Pruébalo, cambiará tu vida –aseguró Cadbury luego de un rato.

Candy tomó una barra de chocolate, quitó el envoltorio y finalmente lo probó, en ese instante, se percató del magnífico e irresistible sabor que los caracterizaba, entendió porque la gente los buscaba con tanta desesperación. Estuvo unos minutos degustando tan delicioso manjar que, Cadbury inquieto la miraba fijamente esperando una respuesta, hasta que Candy habló con entusiasmo:

–Es la mejor chuchería que he probado en toda mi vida.

–Un momento… de ahora en adelante cuando te refieras a los Cadbury diles dulces si no gustas decirles chocolates, pero chuchería es algo muy ordinario para tan excelente producto. Y ¿vez? Yo te ofrezco cosas exquisitas, del nuevo mundo. –aclaró el pequeño chocolate.

Candy luego de escucharlo miró los chocolates que estaban en la bolsa, quedó pensativa por unos minutos, haciendo caso omiso a Cadbury que quería seguir conversando. De pronto…

–¡Tengo una idea! –expresó alegre Candy abrazando a Cadbury.

–¿Ahora qué ocurre? –interpeló asustado Cadbury que no estaba acostumbrado a tantas emociones, pues vivía en un mundo de indiferencia y desinterés.

–Tengo un proyecto en mente, abrir una tienda exclusiva que ofrezca todo tipo de chocolates. –Contó Candy.

–¡Es un excelente proyecto! La mejor decisión que has tomado –aseguró Cadbury.

–¡Ya sé cómo la llamaré: Cadbury Store! –añadió ella quien no dejaba de agradecer todo lo que él había hecho a su favor.

Era el momento en que Cadbury debía irse y como no le gustaban las despedidas le dejó una nota en su cama, lugar donde se habían hablado por primera vez, agradeciéndole por tantas aventuras y por devolverle la sonrisa, además le afirmó que sería exitosa con su negocio y que nunca la olvidaría, dejando como posdata las siguientes palabras: “Candy y Cadbury para siempre”. Candy se entristeció al leer su nota porque sabía que no lo vería en muchísimo tiempo, por eso; escogió un lugar especial en su tienda para recordar al mágico chocolate que había cambiado su vida.

El peor de los Keres

El peor de los Keres



¡Qué horrible es el encierro! Toda mi vida encerrado y limitado de tantas cosas que cualquiera pudiese hacer: recorrer el mundo, conocer nuevas personas o sencillamente descubrir cosas nuevas, pero, desafortunadamente ¡a mí no me dejan!, aseguran que soy malo, que tengo muchísimo poder y que lo desconozco, señores eso es una vil mentira; si me comparan con mis tíos soy tan tonto que parezco inofensivo, lo que más quiero es ir más allá de estas cuatro paredes, luego de que eso suceda estaré feliz.
La rutina es lo peor de mi vida, no entiendo como a esos que viven conmigo les gusta, yo espero que en algún momento deje de existir, si no tendré que irme, y aquí es donde los ignorantes preguntan: ¿A dónde irás? Lejos de aquí
-¡Keres! –Llamó mi mamá.
-¿Qué sucede? –Le pregunté despertando de una larga siesta.
-Ya sabes, no eres un pequeño para que te estén mandando. –replicó ella.
Malhumorado fui al lugar de las mil torturas (denominado así por mí), sin otro remedio estuve allí largo rato esperando que me revisaran como por sexta vez, según mi mamá me había fortalecido, quizás sea bueno. –pensé-.
Pasaron los días, todo seguía igual, sobre todo el encierro. Hasta que me cansé y tomé la mejor decisión de mi vida: Irme.
Un día me observaban dos personas me colocaron en una placa de Petri, ustedes se preguntaran ¿cómo se tanto de laboratorios? Sencillo, vivía en uno. Al cabo de un rato, en un descuido de aquellas personas, me deslicé tan rápido en la placa. Había agua en la mesa, resbalé y caí al piso, partiendo la placa, aproveché dicho instante, salí corriendo del laboratorio por la hendija de la puerta, atravesé ventanas, hasta que llegué a algo que llaman “carretera” y por fin libre continué mi camino.
En mi trayectoria me encontré con gatos, perros, zorrillos, ratones, osos caballos y camellos. Pasé por un desierto, estuve a punto de morir, afortunadamente, en mis ataques de desesperación me subí en un camello que llevaba consigo a una persona y ahí pude sobrevivir hasta que llegamos a la ciudad. Luego supe que debía hacer más clones de mí mismo, esta suerte no me duraría para siempre, y así lo hice.
En una ciudad de grandes edificios, mágicamente me vio un adolescente como de unos 15 a 16 años que caminaba junto con su mamá, sin preguntarme nada me tomó de mis patitas y me metió en su bolso, luego me llevó a su casa, me colocó en una canasta y preguntó en voz alta ¿Quién eres? yo respondí:
-Mi nombre es Keres, soy un virus.
-Soy Kevin. ¿En serio eres un virus? –Preguntó  extrañado-.
 Claro, ¿acaso no lo parezco? –Pregunté con picardía-.
-La verdad no, mi mamá es doctora y según lo que me ha dicho los virus no son así, mucho menos hablan y caminan como tú. –Contestó el chico un poco aterrorizado-.
-¡Qué te digo! Soy invencible. –comenté-.
-¿eres el virus del herpe, sida, ébola, gripe o sarampión? –Insistió-.
-¡No seas tonto, chico! Ni que los virus supiéramos que somos o que provocamos, por los momentos soy Keres y eso bastará. Si no es mucha molestia, ya que me trajiste aquí, es preciso que me muestres la ciudad –afirmó-.
-No puedo hacer eso, debo reportarte, puedes causar mucho peligro –expresó-.
-Hazte el cargo de que soy un virus bueno, así que o me sacas tú o me escapo, tú decides –repliqué-.
Sin otro remedio dijo:
-Está bien, en la mañana saldremos.
Cumplió su palabra y ya a las 10 de la mañana estábamos en el centro de la ciudad, él me mostraba todo y yo como un niño observaba, al mirar a los humanos, me provocaron sensaciones terribles, me recordaron ese horrible laboratorio, pero deje pasar por alto esos sentimientos. Días más tarde, molesto puse en práctica mi venganza hacia los humanos. Con mis clones establecí un plan para entrar en los cuerpos de solo algunas personas, pero nunca conté con que me iba a expandir a otras, sin embargo valió la pena, ya que muchas comenzaron a sentir rechazo por los demás, extraño, ¿no?. Empezando el plan decidí irme de la casa de Kevin, no quería ocasionarle problemas, le dejé una nota agradeciéndole por todo, deseándole suerte y que tendría que irme.
Me reproduje más que el pez Luna, comencé adherirme en todas partes, cuando por fin la primera comunidad estaba contagiada salte de la alegría y en el medio de la calle grité por fin quien era:
-¡Soy el coronavirus!
Y con mi cetro mágico infesté a todo el estado y a todo el país, hasta que los hospitales no pudieron atender más enfermos, los que me estudiaban en el laboratorio quedaron graves, yo llegaba por la noche a las casas contagiando a la gente y al día siguiente presentaban malestar, fiebre y en un descuido mi amiga la pelona se los llevaba, el gobierno hizo lo único que sabía, decirle a las personas que se quedarán en sus casas, algo parecido a mi vida, pero como ellos eran como yo pues se contagiaron más por no acatar las órdenes.
Finalmente conseguí en las calles a Kevin enfermo y moribundo, mirándome me reclamó:
-Yo no te hice nada, ni siquiera soy científico, y hasta mi vida está en peligro por algo que nunca pudiste superar, disque mi amigo.
Impactado, sin poder revertir nada, quise explicarle que mi maldad no era para él, pero no había tiempo para escusas o justificaciones en dicho instante se desvaneció enfrente de mis ojos y murió por un paro respiratorio. Quedé destrozado en ese momento, mi familia llegó a felicitarme pero ya de nada servía, la única persona inocente de mi mundo había muerto, su mamá llegó desconsolada a llevárselo y yo, para que quería la vida, me tiré al mar en pleno mediodía para perecer, en el último instante recordé mis clones y supe que seguiría haciendo daño, sin embargo Keres dejó de existir, quedando como tortura y mortandad su hermano gemelo Covid-19.

Covid el exterminador

Covid el exterminador



Hoy mientras desayunábamos en casa, veíamos la tele, de repente una noticia impactante detuvo el tiempo por un momento: El covid-19 se ha convertido en una pandemia, así lo reportaba Jorge Ayala desde sunoticiero.
Volví mi rostro a donde estaba mi mamá y asustada pregunté:
-¿Qué es eso del coronavirus?
-Es un virus que ha provocado muertes, tristezas y graves problemas para la humanidad en casi todo el mundo, convirtiéndose en una pandemia que aterroriza a las personas –contesto ella-.
-Ya no encuentran que otra cosa inventar –dijo mi abuelo, quien levantándose del sofá se fue al jardín sin ninguna preocupación-.
De repente se escuchó que estaban abriendo la puerta y yo sobresaltada grité:
-¡Abuelo, el coronavirus!
Mi mamá salió corriendo a la puerta, con intención de detenerlo. Mi abuelo aprovechaba de abrirle la puerta a mi tía que llegaba de hacer las compras. Mientras me pedía ayuda para entrar los paquetes el abuelo aprovechó la ocasión para escabullirse, le grité desde el umbral:
-¡Regresa abuelo!
Y rápidamente se alejó de la casa.
Al cabo de unas horas regresó riéndose, comentando que no teníamos necesidad de permanecer encerrados  en la casa, que todo estaba bien y que no había de que preocuparse.
-Será para ti que no hay problema, pero el mundo está sufriendo por esto.-interpeló mi mamá-.
La tía Steffy sugirió el uso de una sola llave.
Yo observaba lo que ocurría y a mi edad me preguntaba:
-¿Serviría eso?
Al siguiente día, como de costumbre, mi abuelo intentó salir, pero como no pudo dejó a un lado su sonrisa y se convirtió en un ogro feo y malhumorado.
El encierro lo estaba poniendo loco, las noticias cada día eran peores, muchas personas enfermas, estar todos juntos en la casa era la peor pesadilla, sobre todo para mi abuelo, porque ya no le dejaban ver su programa favorito.
Cierto día, dejó escapar al perro y como mi mamá y mi tía estaban ocupadas se ofreció a buscarlo, ¡qué increíble oportunidad! ¿Cómo no aprovecharla?
Corrió como un loco por la calle, mientras cantaba:
-“Libre soy, libre soy, no hay marcha atrás”.
Llegó al centro de la ciudad y en eso encontró al perro, pero unas manchas verdes captaron su atención y lo llevaron a un callejón frente de la plaza, donde vio una bola verde que se movía, se acercó y ésta abriendo su boca exclamó:
-¡Ay Pancho! Mira a quien me encontré.
-¿Disculpe? –preguntó mi abuelo aterrorizado-.
-¿Tú eres el viejito cascarrabias que quería salir?
-No –respondió mi abuelo aún más asustado-.
-Entonces… ¿Qué haces aquí? Bueno, no importa. Me presento: soy el Covid-19, mejor conocido como coronavirus, el mensajero de la muerte baby, a tu servicio –agregó sarcásticamente-.
-Pero, el coronavirus no es verde –expresó mi abuelo-.
-Bueno, eso es lo menos importante, soy una representación de el. Y quisiera advertirte que si no quieres problemas con alguien como yo, es mejor que te quedes en casa, mimado y consentido. Sabes ¿por qué? Porque yo te provoco fiebre, tos seca, dolor muscular y en los casos más graves neumonía, y si tienes enfermedades como hipertensión, diabetes o simplemente un toque en el hígado no te convendría estar por estos lares ¿ok abuelo? –aclaró el coronavirus-.
-Bueno, bueno señor, tendré que irme, pero volveré –aseguró mi abuelo-.
-¡Vete!, ¡Ah! Y antes de irte es “Covid-19” no señor, viejo indecente. Ya no respetan a los de mayor rango –comentó enfurecido el coronavirus-.
Mi abuelo salió corriendo y llegando a la plaza tuvo mucho frío, en eso desmayó. Un policía lo llevó a casa, y antes de escuchar el reclamo de mi mamá, gritó:
-¡Estar encerrados es lo mejor!
Ninguno de mi familia entendió, solo yo, porque resulta que le conté tantas cosas sobre el tema, que hasta pesadillas soñó.

Moraleja: Quedarte en casa es la mejor decisión.

En mi propio Calabozo

En mi propio Calabozo


¿Por qué será que la mayoría de los adultos no entienden a los adolescentes?, ¿será que se saltaron la adolescencia? o no fue tan difícil como la mía que “suelo ahogarme en una gota de agua” –dicho por mi madre.
¿Qué haces si de pronto apareces en un lugar oscuro, sin salida? me pregunté mientras trataba de hacer un ensayo de literatura.
De repente, me encuentro en una situación bastante abrumadora, por un lado tengo que terminar el ensayo y por el otro mis miedos no dejan expresarme, estaba tan concentrada en mis pensamientos que no me daba cuenta de lo que pasaba a mi alrededor.
Sentí un dedo frío en mi espalda, no había nadie en la sala de lectura así que giré lentamente y vi a un viejo libro con unos anteojos que le llegaban a la punta de la nariz, con unas letras envejecidas en su carátula, sorprendida porque nunca me imaginé que un libro tuviese vida leí en voz alta: “en mi propio calabozo”.
–Sí, soy yo, aunque me dicen Buch, contestó el libro.
Al oír eso quedé casi muda porque aparte de tener vida propia, el libro hablaba.
–¿Qué te sucede? ¿No habías visto a un libro hablar?, preguntó.
Titubeando dije: –No.
–Que poca imaginación tienes, si te das cuenta todo lo que ves, habla y tiene vida propia. ¿En serio eres una adolescente? –cuestionó.
Entonces dije con desanimo: –Eso parece.
Inmediatamente por la puerta que permanecía abierta entró una brisa fría y en eso todos los libros comenzaron a desaparecer, asustada le pregunté:
–¿Qué está pasando?
–Nada, respondió con seguridad.
En eso, unos pasos interrumpieron la conversación quedando todo en silencio, ¿De dónde vino eso? –insistí.
–De afuera, vamos a ver –contestó Buch.
–No, no quiero ir, tengo miedo –repliqué.
–¿Miedo de? –indagó con picardía
–Miedo del exterior, por eso estoy aquí, este es mi refugio –respondí.
–¿Crees que aquí estarás bien? –preguntó nuevamente Buch.
–No lo sé –contesté con inseguridad.
–Sal, la puerta siempre ha estado abierta –sugirió Buch.
–No, no puedo salir. Persistí.
Cada minuto que pasaba era un martirio para mí, las preguntas de Buch de verdad que eran un dolor de cabeza, él no se conformaba con mis respuestas, pensaba que había otra razón y estaba en lo cierto. Me paré y cambié de puesto, no quería escucharlo más, pero él insistía detrás de mí, cual niño pequeño, al alcanzarme se sentó a un lado, levantó la cabeza y preguntó:
–¿Cuál es tu problema?
–¿Puedes callarte? necesito terminar el ensayo –expresé molesta.
–¡Quiero ver! ¿Me dejas leer?
No le dije nada, solo le acerqué mi libreta para que leyera.
–¡Ay qué asco! ¿Este es tu ensayo? –preguntó disgustado
–Sí, ¿Por qué? ¿Algún problema?
–Bastantes, primero tienes varios problemas con los acentos y segundo no entiendo cuál es la temática. ¿Mezclaste chicha con limonada?
            –La temática es sobre la timidez –afirmé y él me interrumpió inmediatamente:
            –¡Ah! ya comprendo, lo que quieres decir es: “La timidez en la acentuación”, hubieses comenzado diciendo eso.
            –¿No entiendes nada verdad?  –reclamé.
            –Pues, si te soy sincero soy muy culto a diferencia de ti, puedo entender hasta el problema más grande de matemática, pero lo único que a mi cerebro se le dificulta comprender es tu extraña actitud, así que tú me dirás.
Me dio un poco de gracia su comentario, sin embargo le contesté diferente:
            –¿Qué quieres que te diga? ¿Que mi vida es un desastre? ¿Qué no sé cómo expresarme? ¿Qué pierdo tantas oportunidades por mis miedos y por pensar que los demás no me aceptarán? ¿Que de verdad esto es mi propio calabozo? ¡Vamos, dime! –aseguré aún más molesta.
            –Como que tenemos algo en común –expresó Buch
            –¿Qué? –Le grité.
            –El calabozo, –dijo riéndose. –Dentro de poco tiempo pasaré al olvido, sin embargo trato de no pensar en eso, es mejor disfrutar el momento y luego se verá. Pero ya, hablando en serio, has pensado ¿por qué te sientes así?, o mejor ¿sabes quién eres?
            –¿En serio pasarás al olvido? ¿Tan difícil es ser un libro? –averigué preocupada.
            –Más difícil es ser una persona que no sabe lo que quiere, tranquila, todo estará bien, pero hoy no estamos hablando de mí, sino de ti, de lo que ocurre por esa loca cabecita –indicó Buch.
Me encanta como es Buch, a pesar de ser un poco raro es alguien bastante motivador, es genial tener a alguien como él, ojala yo fuese así.
            –Entonces, ¿Me contarás o seguimos hablando sobre la timidez en la acentuación? –preguntó inquieto.
          –Mis amigos son los más extrovertidos que jamás hayan existido, en cada fiesta, reunión o conversación saben cómo desenvolverse, pero yo, soy lo opuesto a ellos, no puedo ni siquiera decir un “hola” a alguien, sin sentir las piernas temblorosas y una increíble sudoración, es fatal lo que me pasa, por eso prefiero permanecer sola en lugares tranquilos y silenciosos.
            –Entonces tú eres una persona introvertida, ya entendí. Siendo sincero no tengo experiencia en cuanto a reuniones y esas cosas, sólo presto mi servicio a lectores como tú que quieren olvidarse del mundo por unos segundos o que desean ser el personaje de algunas de mis historias, pero no será tan difícil vencer ese miedo si tienes a la persona adecuada, en este caso al libro adecuado, así que espera –comentó Buch moviéndose.
            –Es decir… ¿tú me ayudarás? –pregunté
            –No exactamente, pero sí tengo la solución a todos tus problemas, ya vuelvo, quédate aquí –ordenó y se fue Buch corriendo.
Buch había salido, mientras que yo continuaba el ensayo, en lo que escribía pensé ¿Será que los tímidos nunca dejarán de ser tímidos? ¿Qué tan difícil es el mundo exterior?, en eso apareció Buch con dos manzanas.
–Yo te ayudaré a vencer la timidez, así que prepárate, ¡ah, toma!, conseguí esto para ti –me dijo  dándome  la manzana y comenzando a comerse la suya –fui a buscar un viejo libro, pero parece que quedó en el olvido también. Bueno comencemos: tengo algunos tips que te podrán ayudar, claro no será fácil, pero tampoco imposible, todo es poco a poco. Tienes que tener en cuenta quién eres, tus cualidades, qué te hace ser especial, luego no seas tan dura contigo cuando te equivoques, es de todos hacerlo, se auténtica, muestra quién eres y de qué estas hecha, muévete, mira a la persona, acostúmbrate a hablar en público, no pienses en la aceptación social, siempre habrá alguien que te querrá tal como eres y lo más importante no tengas miedo, sé positiva y hazlo –aconsejó Buch.
Estaba a punto de decir algo cuando Buch se levantó y me invitó a que lo persiguiese, vi tonto el juego, pero luego de un rato, la sala de lectura silenciosa se volvió un cuarto lleno de risas y juegos. Me divertí mucho esa tarde, jugamos hasta que nos cansamos, hacía muchísimo tiempo que no me sentía así.
Al final Buch manifestó: –Es hora de que apliques todo a tu vida, seguro tendrás más ideas para tu ensayo así que. ¿Quieres salir?
–Claro, muchas gracias por todo. Ahora sí, quiero salir –le aseguré
Me levanté,  tomé mis cosas, despidiéndome me acerqué a la puerta, me detuve, eché una mirada hacia atrás, corrí, agarré a Buch y lo llevé conmigo, no quería que pasase al olvido, lo abrí para leer sus historias al ojear su primera página comenzaba así: “¿Por qué será que la mayoría de los adultos no entienden a los adolescentes?  ¿Será que se saltaron la adolescencia?”

Más allá de las pizarras

Más allá de las pizarras


Seguramente, te has preguntado ¿por qué son tan aburridas las pizarras? Pues, aunque la respuesta a la pregunta sea lógica: fueron hechas para trazar líneas, letras, dibujos o números ¿Quién sabe?, no siempre es así… pero en el mundo mágico y maravilloso se esconde un secreto que no todos pueden observar. Fer y su amigo Alex eran unos niños muy curiosos, en todo el sentido de la palabra, un día, muy aburridos de su clase de matemáticas comenzaron a hablar sobre las pizarras, el profesor cansado de verlos hablar decidió que deberían tener un escarmiento así que fue en busca de la coordinadora, mientras se dirigía a su oficina los curiosos niños se acercaron a la pizarra, y cuando la tocaron destellos de luz salían al contacto con sus dedos, ellos esperaban que algo ocurriese pero esas luces los habían dejado estupefactos y en un espabilar los chicos ya no se encontraban en el aula. Después de viajar a través del destello llegaron a un mundo lleno de pizarras, cada una estaba escrita con temas cotidianos que se aprendían en clases, pero todas inexplicablemente giraban en sentido de las agujas del reloj, señalando los distintos caminos al mundo real, los intrépidos niños empezaron a ver cada pizarra con detenimiento, se miraron con picardía y comenzaron a caminar por todo el lugar; alejándose del punto de partida para aventurarse por aquel mundo sin que nadie les impidiese nada, ya que sólo eran pizarras, aburridos, decidieron hacer lo que más les divertía, travesuras, lo cierto es que comenzaron a pensar qué podían hacer, así que decidieron borrar las pizarras, al hacerlo el reloj se detuvo, porque los grafos que tenía cada pizarra lograban que el reloj se moviera al compás, dejando las pizarras como tabula rasa, el reloj siguió haciendo su trabajo como normalmente solía hacerlo, pero lo que nadie sabía y se imaginaba era que del otro lado de la pizarra estaba ocurriendo un caos, el maestro que estaba dando la clases de matemática, observó que misteriosamente sus cálculos eran transformados en obras de arte y otras en desfile de hormigas, ¡qué locura!, a cada profesor esto le parecía extraño y por más que intentaban una y otra vez modificarlas, no podían, lo que ocasionó que se paralizaran las clases mientras buscaban una solución, más allá de las pizarras Fer y Alex sin ninguna preocupación hacían desastres y tanto era que el mundo de las pizarras lo iban dañando, de repente ya no se encontraban sólos, un crujir y gruñido había paralizado sus corazones al ver a un gigantesco ser conocido como Sharpie, estaba furioso, avanzando sigilosamente y con una mirada escudriñadora miraba a los niños que aún aterrados lo miraban, él con voz de ultratumba les preguntó: ¿Qué han hecho? Con ganas de salir corriendo y con el corazón precipitado dijeron: quisimos quitar lo aburrido de las pizarras. Sharpie, no lo podía creer y les dijo: lo que han hecho no está bien, por sus travesuras han cesado las clases y han contrariado el rítmo del reloj, porque las pizarras en este mundo tan extraño obedecen el mandato del mundo exterior, ahora, si ustedes no arreglan este desastre todo cambiará de manera drástica, dijo amenazante, Fer y Alex confundidos y asustados comenzaron a reconstruir cada grafo, línea, símbolo, número en su posición original, el tiempo se les hizo una eternidad, entonces el reloj tomó su verdadero rítmo, las pizarras comenzaron a reflejar lo que se escribía realmente, Sharpie se les acercó y dijo: Bien hecho, han de saber que las pizarras no dejarán de ser un espejo que refleja la sabiduría de quien escribe o su mayor incapacidad, hizo una pausa y les dijo: es hora de que salgan a su mundo. Al salir de la pizarra cayeron al piso del salón donde nunca se habían ido, escucharon unos pasos que se aproximaban, era el profesor y la coordinadora, Fer y Alex reconociendo sus faltas ante la autoridad del colegio fueron amonestados manteniendo en buen estado las pizarras. Al siguiente día cuando fueron nuevamente a clase se encontraron Fer y Alex solos frente a la pizarra, tocándola con su dedo índice pensaron abrir el portal para volver a ese mundo, pero ya no funcionaba ¿qué habría pasado? Fue solo un sueño o una maravillosa fantasía, no sabemos el tiempo que pasará para descubrirlo, pero cada vez que ven una pizarra escrita recuerdan al tenebroso Sharpie que vigila cada movimiento.