Cuando como
Mi hermana
Carolina llevaba días enferma, mis padres se encontraban preocupados y atentos
a cualquier síntoma que pudo presentar, ella indiferente, no se sentía
preocupada; de hecho no prestaba atención a su enfermedad, ya que solía estar
jugando, echando bromas, corriendo, dormitando y divirtiéndose. “Me encanta su
actitud, si todos la tuviéramos, con seguridad sanaríamos en un instante” pensaba
sin dejar de mirarla.
Pero un día algo muy extraño abordó la cena familiar,
recuerdo que Carolina estaba comiendo, mientras que mis padres, abuela y yo
habíamos terminado y mi abuela preguntó: “¿Quieres agua Carolina?” y ella
respondió: “Disculpe señorita no sé quién eres, no puedo aceptarte el agua”, mi
abuela extrañada comenzó a reírse por la respuesta y volvió a preguntarle:
“¿Quieres agua Carolina?” y
ella respondió: “No sé quién seas, no puedo aceptarle”, mi abuela volvió a reír
y por tercera vez le preguntó y ella lo mismo respondió, al observar tan
extraña situación mis padres alarmados decidieron llevarla al médico, pues su
enfermedad era grave, en el hospital le hicieron sus respectivos chequeos,
exámenes y demás saliendo todo muy bien, a Caro le preguntaron que le había
sucedido más ella callada sonreía. La llevamos a casa de nuevo, todo
transcurría normal hasta la hora del desayuno donde la escena se repite. Mi
mamá
Gabriela ignoro las respuestas de Carolina porque sabía que todo estaba en
orden, yo confundida me dirigí a clases y al regresar presencie la misma
situación que la del desayuno, no le di importancia, “podría ser un juego
pensé”. Así pasaban los días y cada vez que Carolina comía no recordaba quienes
le hablaban, era algo raro y espeluznante, así que sin aguantar más la
situación mis padres la llevaron a distintos especialistas y nadie acertaba con
su diagnóstico, decían que su enfermedad si se agravaba podría ser la más
fuerte y jamás vista del mundo, palabras que nos aterrorizaron, hasta que un
día terminando de comer Carolina mi papá me dice: Lesly ofrécele un vaso con
agua a Caro, yo entendí la intención y de inmediato lo hice y ella respondía de
la misma forma que siempre, mi papá preocupado le preguntó en tono fuerte:
“¿Qué es lo que te pasa Carolina? ¿Por qué no nos reconoces?” Carolina
enmudeció y al rato contestó: “Es que cuando como no conozco y cuando termino
de comer, empiezo a conocer”.
Mi mamá a lo lejos escuchó, le aviso a mi abuela
y todos nos reímos de semejante broma que la pequeña Carolina había hecho,
claro después de la risa mi mamá le dio su escarmiento por no haber dicho la
verdad a tiempo, ella entendió y desde ese día los que hablaban bastante a la
hora de comer tomaron consejo de Carolina y evitaron de hablar, según para no
llenarse de aire.