El Sendero del Éxito

El Sendero del éxito


Al pie de un frondoso árbol; en el Campo de Carabobo se encontraba el envejecido Páez, sentado al lado de una niña que le preguntaba insistentemente sobre los acontecimientos ocurridos en ese lugar.

Él titubeó por un momento pensado si lo entendería, entonces abrió su corazón; dando rienda suelta al recuerdo de aquellos días, que empañaban sus ojos y comenzó su historia.

Sabes, fui el séptimo de ocho hermanos, tuve que aprender desde muy niño a sobre ponerme a las dificultades que vivía, trabajé con esfuerzo y tesón, mi carácter recio e indómito me ayudó a participar en las tropas independentistas y llegar a conocer a mi General Simón Bolívar, donde quedé maravillado por su astucia e inteligencia en las maniobras militares.

Días antes del glorioso encuentro en esta sabana; Bolívar había ordenado que concentráramos las tropas en el centro. Dispuso que el General Rafael Urdaneta avanzara desde su tierra Maracaibo, pasando por Coro y Barquisimeto, Cruz Carrillo marcharía desde Trujillo y yo saldría de Apure, por la vía Achaguas; para reunirme con Simón Bolívar en San Carlos.

Mientras que todos nos dirigíamos a encontrarnos con mi General, él ya tenía otra estrategia: la operación distracción, encomendada al excelentísimo General Bermúdez, quien con pocos soldados republicanos logró llegar triunfante a Caracas el 14 de mayo. Tanto fue su valor que los realistas retrocedieron a Aragua. Recuerdo que los derrotó el 20 del mismo mes, pero enfurecido el realista Miguel de la Torre Gran Mariscal de Campo ordenó perseguir al honorable José Bermúdez y detenerlo.

-Pero, ¿Qué pasó? ¿Lograron detenerlo? ¿Murió en manos de los realistas? preguntó preocupada la niña.

-No, afortunadamente no pudieron alcanzarlo. Él seguía al pie de la letra las órdenes de Bolívar, retirándose a Caracas y luego a Barlovento. –contesté.

Reunidos todos en San Carlos, planificamos lo que haríamos en el combate. Aquí mi General dividió el ejército en tres partes: los primeros denominados como Batallones Bravos de Apure y Británico, quienes estaban bajo mis órdenes. Los segundos eran los Batallones Tiradores Boyacá y Vargas, ellos obedecerían el mando del bravo General Manuel Cedeño; y el último el Regimiento de Caballería comandado por el intrépido Coronel Ambrosio Plaza. Al terminar las estrategias militares; nos reuníamos a descansar.

-¿Y qué hacían mientras descansaban? Yo me imagino que Bolívar contaba sus anteriores hazañas, o los pensamientos que todo el tiempo nos viven recordando en la escuela. –dijo Teresa.

-No, cuando reposábamos de tanto afán; el Negro Primero se encargaba de alegrarnos con sus originales chistes y sus ocurrencias. La mayoría de mis compañeros lo buscaban para ambientar las conversaciones. Porque si había alguien chistoso entre los patriotas era él. –respondí melancólico.

Un día antes de la batalla; Bolívar pasó lista a su ejército en un lugar de Cojedes, cuyo nombre es Los Taguanes. Ahí contamos a 6400 hombres que conformaron toda la tropa, dispuestos a luchar y a defender la patria.

El maravilloso 24 de Junio de 1821, comenzamos la marcha por todos esos montes que nos separaban de la sabana de Carabobo; a las 11 de la mañana estábamos frente a frente con el enemigo, y en ese instante mi General Bolívar se percató que no podíamos atacarlos por el frente, por lo que rápidamente dio la orden de que un batallón atravesara un río por el camino de la izquierda. Y al mismo tiempo que los Bravos de Apure nos movilizáramos por la derecha de los realistas. Cada uno andaba con valentía a pesar de que estábamos siendo dominados por el fuego del enemigo. En el camino, le dije al bizarro Negro Primero que se colocará detrás de mí para defenderlo, pero él con mucha más autoridad exclamó:

-Delante de mí solamente la cabeza de mi caballo.

Teresa curiosa por una de mis palabras me interrumpió para preguntar:

-¿Por qué dices que el Negro Primero era un bizarro? ¿Qué es eso?

Me hizo gracia su comentario, ya que estaba tan emocionado contando la historia que se me había olvidado que hablaba con la pequeña Teresa, así que con sencillez le aclaré:

-Bizarro es una palabra que significa valiente y decidido.

-Ah, ya entendí, continúa.-manifestó la niña.

Más adelante escuché susurros entre los soldados, hasta que un militar acercándose me declaró:

-Tengo miedo mi señor. Son muchos los que nos atacan.

-¡No te acobardes chico! Ellos son muy pocos, si acaso tendrán 4500 hombres. Nosotros somos mayoría. –afirmé.

Media hora después logramos cortar el ejército y penetrar la línea de fuego, esa peligrosa línea en la que podíamos ser golpeados por los realistas.

Faltando 15 minutos para el mediodía batallábamos fuertemente en la sabana de Carabobo, donde el inclemente sol nos azotaba y su esplendor anunciaba nuestra victoria.

El pobre; pero aguerrido General Cedeño desesperado por no entrar en acción decidió combatir a una masa de infantería, donde quedó herido en la cabeza y cayendo al suelo murió. Nos llenamos de tristeza, ya que nadie quiere que un amigo muera en combate, pero como dijo Bolívar: “tuvo una muerte heroica como lo merecía”.

Entre lágrimas, también vimos caer al Coronel Ambrosio Plaza, él que con su división atacó por el frente, pero su vida terminó en manos de los realistas. Así uno a uno fueron falleciendo, realistas y patriotas entre más se luchaba.

Luego de una hora derrotamos al enemigo. Muchos españoles huyeron, excepto el Batallón Valencey, que ordenadamente se dirigía a Puerto Cabello. Pese a esto, otros patriotas los persiguieron, para así asegurar el triunfo.

-¡Impresionante!, pero, ¿Qué pasó con el Negro Primero? –me interpeló Teresa.

Lamentablemente; él vino a mí. Yo le pregunté: ¿Tienes miedo? A lo que me respondió: “Mi general, vengo a decirle adiós porque estoy muerto”.

Fue uno de los fallecidos que me dolió más, pero quedé orgulloso de saber que en mi ejército no hubo otro como Pedro Camejo, el Negro Primero. –aseguré.

Finalmente, mi General Bolívar en el campo de batalla me ofreció el cargo de General en Jefe del Ejército, me alegré mucho, no solo por mí, sino por mi patria. Todos estábamos felices por el triunfo, sin embargo, existió melancolía en nuestros corazones por los compañeros que ya no estarían con nosotros.

-¿Y luego que sucedió? –demandó Teresa.

-Al día siguiente; Bolívar envió una carta al Congreso de Colombia explicando lo que pasó, al igual que el General Miguel de la Torre, este último a Caracas. –expliqué.

- Y ahora, ¿Qué significó para ti? –interrogó la niña.

-Fue uno de los combates más importantes, donde tuvimos que demostrar bastante gallardía. Para mí significó el sello de la independencia de Colombia ante el yugo español y la muestra de que siempre será bueno luchar por lo que uno ama.

Teresa se levantó, agradecida me dio un abrazo de despedida, afirmándome que nadie le había contado la historia de la Batalla de Carabobo como yo lo hice.

Y así el General Páez se fue alejando en el Campo de Carabobo, mientras que la niña Teresa no despertaba de su asombro.