Presentación

 




Tambalean los cimientos del Calabozo

 Tambalean los cimientos del Calabozo

 

Sabes Buch, los escritores tienen esa maravillosa habilidad de entender y describir nuestra vida sin conocerla. No sé, si es ingenio o un don natural; pero lo que sí puedo asegurarte, que es algo fantástico.

Buch ignoraba mis palabras; pues se encontraba distraído, no podía creer lo que estaba viendo, era la primera vez en toda su vida que salía de la biblioteca. Conocía el mundo solo por las lecturas que a diario realizaba en los diversos libros que compartían con él una maravillosa vida de aventuras, pero por más de fantástico que lo describían; no era nada parecido a la realidad que observaba y es por eso que quiso dejar plasmado en papel; los paisajes que recordaba de sus lecturas favoritas.

Afortunadamente es rápido y excelente artista, no se le escapó ningún detalle.

Luego de unas horas llegamos a casa, Buch contento en el nuevo hogar decidió instalarse en la repisa más alta que había en toda mi habitación, puesto que, era más cómodo allí. Agotado por el viaje y relajado por el sonido del tic tac se quedó profundamente dormido.

Al día siguiente, se despertó muy temprano y mientras comía galletas, leía unos libros que yo tenía en mi escritorio. Al mirarlo no pude evitar el asombro y pensé: ¿No está cansado de vivir sumergido en otros libros?

Él percatándose de mi asombro exclamó:

—Leer es salir del calabozo de la ignorancia.

Pronunciadas estas palabras; continuó leyendo como si nada ocurriera.

De repente, la brisa movió sus delicadas hojas y en eso recordé que aún ignoraba el contenido de la historia reflejada en esas páginas.

Justo en ese momento, observé que gran parte de ellas no estaban escritas, curiosa pregunté a Buch:

—¿Por qué un libro como tú tiene tantas páginas en blanco?

—Uhmm. Suelo hacerme la misma pregunta –contestó él.

—Son muchas hojas en blanco para creer que sean de cortesía. –cuestioné intentando descubrir algo más.

—No soy cualquier libro. –susurró Buch.

—¿A qué te refieres? –interpelé con curiosidad.

Buch enmudeció, detuvo la mirada en la pequeña biblioteca de mi habitación, la tristeza cambió su rostro en un instante, solo él podía entenderla, melancólico dijo:

—Durante mucho tiempo; he sido considerado para algunos como un cofre al que confían los más preciados tesoros; plasmados en varios folios encuadernados y sujetos a un lomo envejecido por los años, donde se relatan historias maravillosas, fugaces e inolvidables.

Y cuando el mensaje ha transformado el corazón del lector, la misiva es sustituida por otra continuando el propósito.

Hubo un silencio, intuí de inmediato que Buch no estaba hecho para ser comprendido por todos los lectores que abrieran esas delicadas páginas, sino solo por aquellos que se detuvieran a valorarlo por el hecho de ser un libro. Un heraldo de las más bellas historias, cofre de abundantes tesoros.

En cuanto a mí, no logré descubrir el verdadero significado de las palabras que había dicho, no entendía el mensaje. Sin embargo, pensé, ¿Cuál será el secreto? o ¿qué le sucede al intrépido Buch?

En ese instante, como si de torbellino se tratase, mi mamá llegó avisándome que se hacía tarde para ir al colegio. Rápidamente tomé mi bolso y salí, no me percaté que Buch se colgó de una de las asas del morral para acompañarme; puesto que, no quería quedarse solo.

La algarabía me indicaba que ya habíamos llegado al colegio, lugar donde las paredes parecían hablarme más que las personas, una voz intrépida preguntó:

—¿Son ellos tus amigos?

Miré a todos lados, desconocía de dónde venía esa voz. Por un momento olvidé que así habla Buch. Bajé la mirada y en eso lo encontré trepándose por mi bolso hasta mi hombro. Al no recibir ninguna respuesta insistió:

—¡Hey, hey!

—¡Buch! ¿Qué haces aquí? –interpelé.

—La verdadera pregunta es: ¿Por qué persistes tanto en estar dentro del calabozo?

—No lo sé. –respondí suavemente.

—¿Tan malo es relacionarse con nuevas personas? –indagó.

—Es parecido a no saber qué decir. –contesté.

En ese momento Buch volvía a molestarme con imprudentes preguntas, cuestionándome varios asuntos, entre ellos; ¿Qué significaba para mí lo desconocido?

Pero, ¿Qué relación tenían todos esos asuntos que Buch mencionaba? Si según Buch; salir del calabozo es tan fácil, entonces, ¿Por qué yo seguía viviendo en él?, ¿El calabozo me ataba o yo a él?

—Dime Buch. ¿Es esta mi condición de por vida o solo es un mal momento de mi historia? –le interrogué.

—¿Se quedan para siempre los polluelos en el nido? –inquirió Buch.

—No puedes pasar toda tu vida escondiéndote entre libros. –replicó él.

—El calabozo es considerado un lugar seguro y fuerte, que te aprisiona y lo único que te hace ver son sombras, es decir, tu pasado, te impide avanzar. Debes saber que este sitio siempre va a existir, ya que todas las etapas de la vida nos llevan de una u otra manera al calabozo; a los cuales nos adaptamos, son llamadas zonas de confort; donde las personas se sienten cómodas, acostumbrándose a un estilo de vida sin presión ni esfuerzo, limitando el desarrollo de sí mismos y de los sueños que tienen; debido al miedo a enfrentarse a lo desconocido. ¿Quieres eso para ti? –concluyó finalmente Buch.

—No…-respondí.

—¿Entonces? Esta es la oportunidad de cambiar tu actitud y ser diferente, pensando siempre en qué ganas y no en qué pierdes. ¿No lo crees?

—Tal vez. –añadí con inseguridad.

—Por cierto, no me has dicho por qué tus páginas permanecen en blanco. -expresé evadiendo el tema.

Mientras ellos conversaban, una risa maliciosa resonaba en el colegio, un pequeño enemigo conocido como Esborrany apareció, él se encargaba de borrar el contenido de los libros. Había regresado y esta vez no retardaría su venganza.

Por su parte, Buch se encontraba emocionado saludando a todos lo que pasaban cerca de él, pero al escuchar la risa de Esborrany, sobresaltado exclamó:

—¡Apresúrate! Debemos volver a la biblioteca, ese sonido me es familiar.

—¿Qué sonido? –pregunté confundida.

No podemos regresar a la biblioteca sino hasta mañana, hoy está cerrada. –continué.

Luego de estas palabras el eco desapareció, Buch se mostraba preocupado, en todo lo quedó del día no pronunció ni una sola palabra, estaba nervioso y distante.

En la noche, se fue a dormir más temprano que de costumbre y prefirió acostarse más cerca de mí.

Unos pasos se escucharon en la habitación, varios libros cayeron al suelo, en medio de la oscuridad alguien cerró la puerta, en eso encendí la luz.

Con miedo comencé a observar el cuarto en busca de una respuesta a aquellos ruidos, no veía nada extraño, cada objeto permanecía intacto. Al levantarme tropecé con algo. Era Buch, quien yacía tirado en el piso bien dormido después de haber estado acostado en mi mesa de noche. Lo tomé en mis brazos para llevarlo devuelta a la cama, no sin antes abrirlo para leer sus historias, pero estas ya no estaban.

—¡Buch! ¡Despierta! ¿Qué ha pasado con tus historias? –interpelé con preocupación.

Abriendo los ojos él respondió:

—Es hora de que sepas la verdad. En la biblioteca hallaremos la solución a este problema.

Con prisa corrimos a la biblioteca, tocamos y la puerta se abrió. La envejecida Alquimia se apresuró a salir, al ver a Buch de inmediato lo reconoció y nos permitió entrar.

—¿Qué os trae tan tarde por aquí? –interrogó Alquimia.

—Las historias de Buch ya no están en sus hojas. –contesté.

—¿Qué sucede querido? Ven para revisarte. –manifestó Alquimia.

Después de un rato de revisarlo comentó:

—Esto ha estado ocurriendo aquí en la biblioteca. Los libros cada día tienen menos páginas escritas, las letras desaparecen y no hay rastro alguno de las historias, llevamos un día restaurando a nuestros compañeros, no nos damos abasto. Se ha dicho que es la peor plaga de los libros. Pero afortunadamente tenemos la solución. Basta con aplicar grafito y gradualmente irán apareciendo las letras. –agregó la sabia Alquimia.

Entretanto Esborrany; planificaba otra estrategia para separar esa amistad. Él no podía asimilar la inexplicable salida de Buch de la biblioteca y la nueva vida que tenía, afirmaba que ese libro presumido había truncado su futuro; y ahora quería contarles a todos el dolor de la traición causada por él.

Mientras tanto, el consejo de Alquimia estaba dando el resultado esperado, el contenido de las páginas se revelaba ante los ojos expectantes. Buch replicó:

—Es el momento de que me leas.

Tomé el libro con sumo cuidado y al ojear la primera página recordé como iniciaba; allí sin faltar ni una letra y con el orden establecido estaba el escrito que me había traído hasta aquí.