Cadbury
Cada
tarde en las afueras de un centro comercial, se sentaba una hermosa adolescente
con dos bolsas llenas de dulces, a quien de cariño la apodaron Candy, pues se
ganaba la vida vendiendo los dulces más sabrosos para ayudar a su mamá; maestra
de una escuela en las afueras de la ciudad.
La
jovialidad y carisma de Candy eran sus principales cualidades que atraían
muchos clientes, con una sonrisa angelical, ojos color café rodeados por unas
encrespadas pestañas que dejaban anonadado a todo el que la viera.
Así
que gustosos compraban todos los caramelos que podían, haciendo que su negocio prosperara
en tan solo unas semanas, pero las ventas se vieron afectadas con la inesperada
popularidad del chocolate, que ya era deseado por todos los habitantes de ese
lugar, su exquisito sabor superaba a los caramelos que ofrecía Candy, era un
manjar muy costoso y ella aún no tenía el dinero suficiente para comprar la
mercancía y ofrecerla a sus clientes.
Triste
decidió emprender otro camino en busca de mejores oportunidades. Un día Yorvy al
darse cuenta de su preocupación y para darle ánimo le regaló una barra de
chocolate, sin saber que sería el principio de una gran historia. Candy la
recibió sabiendo que los chocolates habían truncado su destino, la llevó a su
casa, la colocó en una repisa mientras que descansaba del arduo día que había
tenido. En ese momento alguien preguntó:
–¿A
caso no vas a probarme?
–Extrañada
dio miradas a los lados buscando de dónde provenía la voz, pero no encontraba
quién podría haber sido. En un descuido sintió algo trepando por la sabana de
su cama, con miedo giró y observó a la barra de chocolate que molesta se
acercaba reprochándole su falta de atención. Candy aterrada gritó mientras que Cadbury
angustiado le pidió que se callara. Una vez tranquila, Cadbury comenzó a
presentarse:
–Soy
descendiente del exquisito manantial de cacao de este país, mi nombre se debe a
la empresa tan reconocida que me representa, soy muy buen amigo de Yorvy y he
sido solicitado por mi distinguido e increíble sabor; además siento que debo
cumplir con una misión ¿y tú quién eres?
–Soy
Alexandra, pero de cariño me dicen Candy, estudio y vendo caramelos en la
calle.
–Ah
que bien, interesante –agregó indiferente.
–¿Y
qué misión sería? –interrogó curiosa la adolescente.
–Ya
veremos, mientras tanto ponme en la nevera, no pretenderás que me derrita aquí
en la intemperie, ¿o sí? –cuestionó el chocolate.
–¡No,
para nada!, te pondré ahí y ya mañana veré que hacer contigo. –contestó Candy.
–Yo
también veré que hacer–replicó en susurros.
–¿Disculpa?
¿Dijiste algo? –Preguntó extrañada la joven.
–No
señorita, no dije nada –aseguró Cadbury.
Candy
tomó el chocolate y lo refrigeró, al día siguiente cuando fue a verlo se
encontró con una mágica e inesperada sorpresa.
–¿Y
todos estos chocolates? –demandó sorprendida Candy al ver muchísimos chocolates
en su refrigerador.
–Son
para vender cariño, cortesía de Cadbury.–explicó el chocolate.
–¿Tú
los trajiste? –Interpeló Candy
–No,
los fabriqué –contestó sarcástico Cadbury.
–Hoy
debes venderlos todos, menos yo, por supuesto –continúo.
–Está
bien. –aceptó indecisa.
Esa
tarde, Candy se sentó otra vez donde siempre acostumbraba, exhibiendo los
sabrosos chocolates Cadbury, que de inmediato llamaron la atención y
rápidamente fueron comprados. Candy emocionada agradeció a Cadbury por haber
conseguido tantos chocolates, él orgulloso agregó:
–Aún
debo buscar más para que vendas. Una vez tengas el dinero suficiente para
mantener el negocio dejaré de hacerlo. ¿Te parece?
–Sí,
muchas gracias, pero ¿Cómo conseguirás el resto de los chocolates? –inquirió
ella.
–¿A
casó has visto que un mago revela sus secretos? –interpeló con rapidez.
–
Pues…
–No
digas nada, ya sabemos la respuesta –añadió interrumpiendo a Candy.
Tiempo
después Cadbury notó que Candy no había comido ni un solo chocolate de tantos
que él le había conseguido, así que un día curioso indagó:
–Candy,
¿has probado el chocolate?
–No,
¿por qué? –preguntó.
–¿Cómo
es posible que una chica como tú, con ese apodo, no ha probado los chocolates?
–exclamó molesto.
–Pruébalo,
cambiará tu vida –aseguró Cadbury luego de un rato.
Candy
tomó una barra de chocolate, quitó el envoltorio y finalmente lo probó, en ese
instante, se percató del magnífico e irresistible sabor que los caracterizaba,
entendió porque la gente los buscaba con tanta desesperación. Estuvo unos
minutos degustando tan delicioso manjar que, Cadbury inquieto la miraba
fijamente esperando una respuesta, hasta que Candy habló con entusiasmo:
–Es
la mejor chuchería que he probado en toda mi vida.
–Un
momento… de ahora en adelante cuando te refieras a los Cadbury diles dulces si
no gustas decirles chocolates, pero chuchería es algo muy ordinario para tan
excelente producto. Y ¿vez? Yo te ofrezco cosas exquisitas, del nuevo mundo. –aclaró
el pequeño chocolate.
Candy
luego de escucharlo miró los chocolates que estaban en la bolsa, quedó
pensativa por unos minutos, haciendo caso omiso a Cadbury que quería seguir
conversando. De pronto…
–¡Tengo
una idea! –expresó alegre Candy abrazando a Cadbury.
–¿Ahora
qué ocurre? –interpeló asustado Cadbury que no estaba acostumbrado a tantas emociones,
pues vivía en un mundo de indiferencia y desinterés.
–Tengo
un proyecto en mente, abrir una tienda exclusiva que ofrezca todo tipo de
chocolates. –Contó Candy.
–¡Es
un excelente proyecto! La mejor decisión que has tomado –aseguró Cadbury.
–¡Ya
sé cómo la llamaré: Cadbury Store! –añadió ella quien no dejaba de agradecer
todo lo que él había hecho a su favor.
Era el momento en que Cadbury debía irse y como no le gustaban las despedidas le dejó una nota en su cama, lugar donde se habían hablado por primera vez, agradeciéndole por tantas aventuras y por devolverle la sonrisa, además le afirmó que sería exitosa con su negocio y que nunca la olvidaría, dejando como posdata las siguientes palabras: “Candy y Cadbury para siempre”. Candy se entristeció al leer su nota porque sabía que no lo vería en muchísimo tiempo, por eso; escogió un lugar especial en su tienda para recordar al mágico chocolate que había cambiado su vida.
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